
El arte erótico se ha convertido en una expresión del poder visceral, vital, subconsciente que llamamos deseo, del cual la sexualidad es simplemente una de las muchas manifestaciones.
Durante toda la historia del arte occidental, lo erótico ha sido vergonzosamente ocultado, ignorado o condenado.
Durante siglos, teníamos que buscar en las obras mitológicas o incluso religiosas las representaciones del cuerpo desnudo. Algo tan básico como un pecho desnudo de Venus, diosa del amor y la belleza, en la Antigua Roma, o Adán y Eva, eran valorados como auténticos símbolos del pecado.
Hasta hace relativamente poco el arte erótico se ha vuelto verdaderamente transgresor. Poco a poco la sociedad ha conseguido entender que el erotismo forma parte de la naturaleza del ser humano y que dar rienda suelta a plasmar ese deseo en el arte no tiene nada de malo. Liberándose por fin el arte erótico de las tortuosas cadenas del mito, la religión y las tendencias académicas.
Primeras representaciones del arte erótico
Evidentemente en la historia siempre hemos podido encontrar focos de erotismo en el arte. Los irrespetuosos frescos de la condenada Pompeya, por ejemplo, plasmaban actos sexuales y erecciones de gran tamaño.
Los artistas de la India, China, y Japón han plasmado numerosas escenas de sexo explicitas de gran belleza y de forma totalmente libre, mismas escenas que la cultura occidental han condenado y prohibido explícitamente.
El arte erótico en Europa
El arte erótico y la representación artística de la sexualidad invadió Europa mucho más tarde que otras partes del mundo y fue gracias a los libertinos. En el siglo XVIII Francia vivió la aparición de las llamadas “pinturas indecentes”, creadas por artistas que en su momento no eran conocidos y que con el tiempo se convertirían en auténticos referentes. Algunos de esos
Las nuevas tecnologías también ayudaban y gracias a los grabados, los precursores de las fotografías de hoy, empezaron a proliferar lo que hoy serían las equivalentes a las fotografías pornográficas. Se pusieron de moda gracias a dos factores fundamentales detalle que aportaban, algo nunca visto hasta entonces, y la facilidad para llevarlos ya que se podían portar debajo del abrigo con total comodidad.
Este escenario que se genero fue el punto de inflexión para el erotismo en el arte, pero la amenaza de la censura todavía seguía presente y cada vez cogía más fuerza. Un ejemplo de su fuerza fue la condena como pornografía de seis simples y poemas del artista Charles Baudelaire impidiendo su publicación y/o distribución de los ya impresos.
El pulso estaba siempre presente y los artistas no daban su brazo a torcer dejando claro que el arte erótico iba a estar en sus obras sí o sí. Poco después de la condena de los poemas de Charles Baudelaire y antes de que las aguas volviesen a su cauce, el artista Edouard Manet provocó un nuevo escándalo cuando descubrió “Déjeuner sur l’Herbe” (1862), una pintura de un picnic donde una mujer desnuda se sienta entre dos hombres vestidos.
Algunos años más tarde, y por encargo del gobierno Frances, Gustave Rodin creó “Le Baiser” (“El beso”), una escultura de dos amantes desnudos y abrazados.
El arte erótico en los siglos XIX y XX
A finales del siglo XIX y tomado prestadas una expresión del filósofo francés Georges Batalles, autor del texto seminal “erotismo”, la parte más execrable del arte, aquella que celebra la sexualidad y el erotismo por encima de la fertilidad religiosa, que se burla de los ideales académicos de la belleza y de la moralidad, por fin había conseguido vengarse después de tantos años.
El arte erótico seguiría desempeñando un papel esencial e ineludible en la revolución artística del siglo XX como leemos en terrachat.es, ya que el arte erótico es inequívocamente y verdaderamente una imagen sin contexto, una representación desnuda y pura que traspasa la norma al hacer público lo privado, lo íntimo y lo sexual, al expresar el poder y la belleza infinitas de lo subconsciente.